lunes, 15 de diciembre de 2008

En Japón también hay Navidad

En Japón no veneran a ese Dios creador cuyo hijo supuestamente aterrizó en la Tierra un día 25 de diciembre para salvarnos a todos. Los japoneses, en cambio, tienen un altar repleto de dioses shintoistas de los elementos de la naturaleza, sus propios antepasados o divinidades budistas customizadas. Aún así celebran la Navidad, como celebran todas aquellas manifestaciones culturales consumistas llegadas de Estados Unidos, léase Halloween o San Valentín, por ejemplo. Pero, eso sí, la impregnan de peculiaridades japonesas. Es necesario recordar que en Japón tradicionalmente siempre se ha celebrado el Año Nuevo, una fecha marcada en el calendario que tiene un significado especial para los habitantes de las islas niponas. Todo el ritual que la acompaña se mezcla los días -o meses- previos a la Navidad con aquellas tradiciones que les son ajenas, por las calles de Tokio y, supongo, de todas las demás ciudades y pueblos del país.

Lo que más deslumbra de la Navidad japonesa, bien porque es el primer síntoma de la Navidad en manifestarse, a mediados de noviembre, bien porque es lo más visible cuando uno pasea por la ciudad, es el alumbrado navideño. Como ya es bien sabido, los japoneses son muy amigos de los excesos y, en este caso, no podía ser menos. Los alrededores de la estación de tren de Shinjuku, una de las más grandes y transitadas del mundo, aparecen, de la noche a la mañana, inundadas de destellos azules, lo que es entendido por todos de forma instantánea como la inauguración de la campaña navideña en las tiendas y grandes almacenes.

Árboles de navidad, adornos, dulces, calcetines gigantes para recibir los regalos -de Santa Claus, por supuesto-, envoltorios especiales -a un módico precio, y con más capas de lo habitual, que ya son bastantes-... Pero la fiebre de la compra de regalos que nos invade en España llegado diciembre, no se aprecia en Japón. Quizás sea porque comprar sin medida es lo normal en este país, o quizás porque eso de la Navidad no se lo acaban de creer del todo. Las Christmas Cakes que ofrecen las pastelerías en cualquier esquina de cualquier estación, de fresa y nata o chocolate, con posibilidad de encargo por si algo, y que, según dicen las malas lenguas, el día 25 de diciembre se venden a mitad de precio, se han convertido en parte de la tradición japonesa.

A esa Navidad impostada y artificial que festejan los japoneses, le sigue la celebración genuinamente japonesa del Año Nuevo. Los grandes almacenes, librerías y convinis, previo a la instalación de la iluminación, llenan sus estanterías de todo tipo de instrumentos y adornos para hacer postales de felicitación: pegatinas, sellos, rotuladores con efecto pincel, tintas doradas, tarjetas... Para los más perezosos, también vienen ya hechas listas para enviar a amigos, familiares, vecinos y conocidos. La estrella de este año, la vaca, el signo del zodiaco chino correspondiente al 2009.
Todos los japoneses recibirán un montón de estas postales en la puerta de su casa el día 2 de enero, pues los empleados del servicio de correos se encargan de ordenarlas todas por domicilios a medida que las reciben para entregarlas todas juntas el mismo día atadas con un lacito.

La parte más espiritual del año nuevo japonés se centra en torno a los templos. En algunos de los grandes santuarios shintoistas se instalan durante los meses previos ferias en las que artesanos japoneses realmente entusiastas venden kumade. La palabra kumade significa rastrillo en japonés, símbolo de prosperidad. Pero también han pasado a denominar una especie de artefacto que tiene como base, precisamente, un rastrillo, pero sobre él se colocan muñecos -este año también vacas- y todo tipo de amuletos para llamar a la suerte en el nuevo año.

Los japoneses acuden a estas ferias en masa, pues están abiertas sólo unos pocos días, para hacerse con un kumade cuanto más grande mejor.

La compra va acompañada de un regalo: todos los empleados del puesto rodean al comprador y, en una especie de ritual para llamar a la suerte, cantan a voz en grito mientras dan palmas. Supongo que también es una forma de agradecimiento por dejarse decenas de miles de yenes en comprar el resultado de su trabajo. Así se van los japoneses satisfechos con su nuevo amuleto.


Cuando termine el año quemarán el que compraron el anterior, para que el fuego se lleve la mala suerte que el kumade atrapó durante doce meses. Llegado el señalado día en el que despiden al año, los japoneses limpian la casa en profundidad para liberarse de las malas energías y se echan a la calle, generalmente alrededor de templos y santuarios. En los templos budistas, hacen cola bebiendo sake caliente, para seguir la tradición que manda tocar la campana ciento ocho veces, porque tantos son los pecados según el Budismo.

Los más pequeños de la casa reciben su regalo en el Año Nuevo, algo similar a un aguinaldo llamado otoshidama. El dinero, que pueden llegar a ser hasta cien mil yenes según la familia, se mete en unos sobres hechos especialmente con ese objetivo, con motivos diversos: los dorados tradicionales o los que tienen forma de Hello Kitty o Stitch, generalmente de papel, aunque se venden incluso de tela. Y así, tras tres días de fiesta para recibir el año, vuelven a clase y al trabajo, sin esperar a los Reyes Magos.