sábado, 20 de enero de 2007

El poder de un aroma

Primer capítulo de una serie de post sobre mis muchas manías.
Como sé que sólo me leéis habitualmente dos personas que aún no sabéis demasiado de mí, así tendréis una idea de dónde os meteréis si seguís pensando en querer conocerme.
Una de mis grandes obsesiones, quizás la mayor de ellas, son los olores. Y es que la naturaleza es muy sabia, y me compensó la miopía con un hiperdesarrollado sentido del olfato. Algo así como el Jean Baptiste Grenouille de Suskind (El Perfume, una delicia), pero sin la vena asesina (al menos de momento no la he desarrollado, a pesar de que hay quien se lo busca). Lo huelo todo, incluso a varios metros de distancia. Sufro en los transportes públicos, en las aulas de informática de las universidades (misteriosamente, en casi todas las que conozco siempre hace un calor insoportable y la sauna deriva en olor a sudor)... Y, como es lógico, el olor también es una de esas cosas que me sirven para definir a las personas que conozco, porque dice mucho de cada uno de nosotros. En realidad, casi podría construirme el mundo exterior a partir de los aromas que me encuentro en cada lugar y en cada persona.

1 comentario:

REFUGEE dijo...

Conocer alguien es siempre un viaje. Un viaje que se hace con esperanza y miedo, una mezcla agridulce y nerviosa que te permite saborear lo bueno y sufrir lo malo de esa nueva persona que se cruza en tu vida.
Somos un conjunto de deshechos y virtudes, un manojos de nervios, un cúmulo de manías y deseos.
La gente que nos quiere conocer, (que nos queremos conocer, pues en eso estamos) nos acepta tal y como somos, o no... claro. Es así de fácil... y de complicado.
En el camino hay errores y malentendidos, a veces más de la cuenta, jejeje. Pero siempre queda el cariño, los momentos mágicos y la rútina diaria.
Y tu perfume, que huele muy bien. jejeje